La fiesta de los toros no es un espectáculo al uso, su grandeza radica en ser un trance entre la vida y la muerte.

viernes, 24 de junio de 2016

Alfredo Álvarez en "Tercio de Varas"

El pasado día 11 del junio, celebramos una tertulia de un nuevo ciclo que hemos bautizado como: “Hablemos de toros”. El invitado en esta ocasión fue nuestro amigo y compañero Alfredo Álvarez, hijo y nieto de hombres del campo bravo; su abuelo, del mismo nombre, fue mayoral de un tal Francisco “El Perdigano” y de Francisco Sánchez en tierras de Andujar, además de ser un famoso cabestrero que destacó en estas labores en la zona. Su tío Vicente fue mayoral durante 43 años en Flores Albarrán, su otro tío, el menor de los hermanos, estuvo en casa de Arauz de Robles, y su padre, Antonio Álvarez, trabajó para Joaquín García “Joaquinazo” –padre- , Flores Albarrán, José Antonio Garde y Giménez Indarte. El propio Alfredo también desarrolló tareas de campo con Garde y Gabriel Hernández dirigida entonces esta ganadería por Gabriel García Sánchez. Un árbol genealógico que no deja duda alguna de que estábamos hablado de toda una estirpe de ganaderos.

 Juan José Hurtado y Miguel Fernández, presidente y relaciones públicas de este colectivo ampararon a nuestro amigo Alfredo; el primero fue el encargado de abrir la tertulia y el segundo de hacer la presentación, presentación que resultó muy emotiva al mencionar las cualidades humanas que el padre de Alfredo poseía, llegando a emocionar al invitado y a los presentes.

Desde el inicio de la charla Alfredo centró el interés por esta gente de campo un tanto olvidada y que tienen una función fundamental en la cría de los toros de lidia, de hecho, llegó a aseverar que: aquel ganadero que no tenga un hombre de confianza con cualidades y sabedor del toro en su finca, estará, de alguna manera, perdido.

Alfredo es un hombre nacido y criado en el campo, y por ende, un enamorado de la ganadería brava y todo lo que la envuelve; de hecho su relato apasionó a los presentes al ofrecernos todo lujo de detalles hablándonos de la grandeza y dureza de la vida en la sierra, la complejidad que suponía entonces acudir al médico o al colegio entre otras cosas.

Nos comentó cual era la labor en la que más disfrutaba, sin titubeo alguno se decantó por el apartado de las corridas. Alfredo que es un enamorado del toro y del caballo –a la vez que buen caballista- clasificó al tres sangres como el idóneo para trabajar entre estos animales, sin olvidar el consejo de su padre que decía: “El caballo que sirve es el que vale”.

Confesó no sentir resentimiento por haber tenido que dejar de trabajar en la ganadería brava por cuestiones, más que nada, de seguridad laboral y económica. 

La trashumancia fue otro de los temas abordados, la dureza de esta actividad, ya casi desaparecida, y por otra parte la belleza y atracción que aporta la naturaleza, el vivir en campo abierto, despertaba en él y los presentes una imagen bucólica muy atractiva.

Del toro dijo: que probablemente sea más bravo ahora que antes, de hecho vemos muy pocos saltar al callejón... pero le han quitado la casta por lo que resulta más manejable.


Con talante sincero contestó a todas las preguntas que los presentes consideraron, y, tras firmar en el Libro de Honor de la peña, cerramos un nuevo capítulo de esta casa que será recordado durante mucho tiempo.