Curro Díaz y el de Gavira en las Ventas.
Arisco el toro huye
en su salida a la plaza,
la muleta del Guadalquivir
lo templa y lo amarra.
Lo prende en sus muñecas,
su cintura lo acompaña,
y entre compás y compás
vastos monumentos alza.
Los cabellos se erizan
y se roncan las gargantas,
los oles de dinamita
la plaza la resquebrajan.
Dislocado está el tendido,
arde hechizada su alma
cuando se despide la “Esencia”
con garbo y gitana planta.
José Luis Bautista “pepillo”.
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