Un puyazo como bravo, el segundo con dudas y el tercero sólo para los que son.
Hasta un manso
puede tomar una vara de lejos, pero no le vamos a indultar por eso, ¿no?
Démosles tiempo para que canten la gallina, que si tienen mala
condición, acabarán dando el cante.
Ya se ha acabado todo este enredo, esta trampa o esta
esperanza de los encastes minoritarios y la novillada concurso. No voy a entrar
a analizar lo que ha pasado en todas estas tardes, aparte de que empezamos con
unos calores sofocantes y hemos acabado pidiendo la hora vencidos por el frío.
Ya he mostrado en más de una ocasión mi disconformidad con esto de los encastes
minoritarios; la UCTL y este grupo de ganaderos definitivamente han entregado
la cuchara, han aceptado el que les pongan en el rincón de pensar, apartados,
más bien arrinconados, para que piensen en el pecado que arrastran por no criar
los borregos al uso. Con tal de vender una corrida, algunos incluso han admitido
su derrota. Lo que toda la vida han sido toros de lidia, variedad de encastes y
vigor de la Fiesta, han pasado a ser la vergüenza del que cría algo que no
puede optar a ser anunciado en todas las ferias. Han querido hacernos tragar
eso de la pureza, como si hace doscientos años se hubieran encontrado tantas
vacadas de toros como encastes o familias hay en este momento y nos los han
traído tal cual eran, hasta los inicios del siglo XXI, en que otros han
decidido de forma unilateral y sin contar con el aficionado, que eso ya no vale
para nada. ¡Qué esto es puro oiga! Entonces al zoo de viejos dinosaurios o al
ciclo de encastes minoritarios de Madrid, ese paredón con forma serial
dominguero, en que se debe evidenciar que no hay más toro que el de Domecq, quizá
Núñez y poco más, lo justo para servir de coartada a algunos y decir que matan
corridas de todas las procedencias.
Hemos visto en Madrid una de Prieto de la Cal y Concha y
Sierra muchísimo mejor de lo esperado, si contamos que las expectativas eran
que el ganado fueran marmolillos sin fuerza, mansos y sin lidia posible, que es
como afirmar que no hay canciones para ciertos idiomas, también minoritarios.
Mejor resultaron los de Villamarta, aunque no lidiaron la corrida al completo y
los de don Aurelio, como se habían hartado proclamando la bastardía de su
linaje, no entraban en la pelea; por esta razón, su impureza de linaje, los
aficionados miraban a los del señor Hernando, de reojo, con displicencia, como
un marqués mira a los hijos del jardinero, sin caer en la cuenta del gran
parecido que tienen con los herederos de su marquesado. No podemos decir que
hayamos gozado de una galerna de bravura, casta y poder, pero una cosa ha
quedado muy clara, estas ganaderías, incluida la imp
ropia, han demostrado que no
están por debajo de ninguna de las comerciales, que con más genio que casta,
que no debía estar invitada a estos fastos, algunas tardes ha habido menos
sopor y molicie que otros días de gran expectación, que ha habido hasta
instantes de cierta emoción, paro tampoco nos creamos lo que no es, y que han
quedado retratados todos los señores novilleros, con sus cuadrillas al
completo, al dejar claras y notorias evidencias de que les apartan del carretón
y no saben cómo se resuelven estas papeletas minoritarias. Que nadie se asuste,
que así haciendo memoria, creo que no ha salido ningún barrabás, simplemente no
se adaptaban a eso de picotazo, pase, pase, pase, pase… A nada que notaban un
poquito el sabor del picante, ya estaban despendolados sin saber para donde
tirar, sin que esto recordara tan siquiera al tabasco o la guindilla. Si acaso
a los sobres de mostaza que dan con las hamburguesas en los bares de carretera.
Como fin de fiesta, la corrida de novillos concurso de
ganaderías, Gracilianos, Vega Villar, Saltillo, Martínez- Jijón, Gamero Cívico
y Coquillas. No ha sido una corrida buena, quizá se han desaprovechados algunos
gracias a las lidias infames de los coletudos, de los cuales, alguno se ha
permitido el lujo de pedir el cambio al segundo puyazo. Deberían estar tan en
su mundo, que ni se enteraban de lo que pasaba en la plaza. Les ponen el libro
delante de las narices y no aprenden ni a coscorrones. Tienen tan aprendido eso
de dos picotazos y cambio, como tanta gente, que se piensan que con dos entradas
al caballo ya se ve suficientemente bien al toro. El de Juan Luis Fraile,
Graciliano, ha ido tres veces al caballo, ha empujado, aunque con la cara
arriba, pero en la tercera vara, desde más lejos, ha acabado metiendo el hocico
debajo del peto, pero en cambio, aunque era un toro para estar bien con él,
antes había que limar las complicaciones que presentaba. Son las cosas del
toro. Pero si algún fiel a la Tauromaquia 2.0 y posteriores se encontraba por
allí, tuvo que pensar que un mal diabólico se cernía sobre el Vega-Villar, que
recordaba más a aquellos impresionantes corralones de don Luciano Cobaleda, que
a los supervivientes de Sánchez Cobaleda. Salió el toro que se comía los
trapos, seguía a los que se paseaban alegre y despreocupadamente por el callejón,
se quedaba con el espectador que estornudara a destiempo y junto con su
impresionante presencia, los aficionados ya se frotaban las manos, ¡un toro
bravo! Le pusieron de largo al caballo, se arrancó con prontitud y alegría, se
empleo aceptablemente bajo el peto, pero cuidado, cabeceaba mientras le
arreaban un puyazo en medio de los lomos. Le sacaron y le llevaron aún a mayor
distancia, de nuevo se arrancó con alegría, el que según los cánones actuales,
era un toro de indulto. Pero ¡amigo! el toro de lidia, cuando no es un borrego
criado como tal borrego, es caprichoso e impredecible. Llegó a su destino con
un galopar que daba gusto verlo y ¡Aúpa! Cómo brincaba con solo notar el palo
rozándole el morrillo. Salió a escape en dirección a toriles, a ver si alguien
le abría la puerta para marcharse de copas a Chicote. Pero, ¿no era un bravo de
indulto? Pues si lo era, lo disimulaba a la perfección. Cantó la gallina tal y
como lo describen en los tratados de la más profunda mansedumbre. Y a partir de
ahí se dolió con descaro en banderillas, se defendía en la muleta, entrando con
mucha incertidumbre a los cites. Aquel que diez minutos antes se merendaba las
telas. ¡Qué cosas! El fiel de la modernidad debía estar perplejo, aunque,
¿quién sabe? igual se paró a pensar sobre lo sucedido y llegó a la conclusión
de que la uniformidad pretendida no es aconsejable. Pero esta variedad y esta
riqueza de matices que se mostró durante el festejo, alcanzó una nueva
dimensión con el que cerraba plaza, un ejemplar de Coquilla, que quizá pudiera
ser considerado el más completo, pero sin destacar especialmente en nada, pues
en el caballo sólo se arrancó una vez con alegría, en el tercer viaje, buscando
con ansia el caballo, pero las otras tres que le hicieron ir se iba acercando
poco a poco, tardeó un mundo, quizá porque no acaba de ver claro eso de que se
le picara, especialmente con tanto desacierto como lo hizo el pica que le tocó
en suerte. Luego se paró un poco en banderillas y en la muleta, los trallazos y
ausencia total de temple no nos permitieron verle dar más de sí. He puesto tres
ejemplos, uno parecía que tenía algo de bravo, sin volverse loco, otro lo
parecía pero estaba en el polo opuesto a lo que se entiende por bravo y otro,
que podría dar la idea de que lo era, tampoco lo era tanto. Los de luces, como
todos los que nos han visitado el mes de siempre y los del resto de la
novillería, dejaron claro que no saben torear, no tienen ni idea de qué es
torear, ni lidiar, ni ven al toro, ni lo entienden, todo es dar pases, muchos
pases, pases de van y viene, sin molestar y esa idea de faena no cuadra con
ciertos hierros, los de los propietarios de muchas ganaderías, ganaderías
pertenecientes a la UCTL, que han sucumbido y rendido sus armas a la modernidad
y han aceptado su fracaso, con tal de vender una corridita al año en Madrid.
Pero demos el ciclo como bien empleado si al menos algunos se han dado cuenta
de que cualquier toro puede tomar un puyazo como bravo, que en el segundo
pueden aparecer dudas y que el tercero
sólo lo toman los que lo son de verdad.
Enrique Martin.