La fiesta de los toros no es un espectáculo al uso, su grandeza radica en ser un trance entre la vida y la muerte.

jueves, 17 de octubre de 2019

José Fuentes... ¡Torero!

Quién mejor para definirlo que un fuentista de corazón...

AL MAESTRO JOSE FUENTES
Por Manolo Troya

Desde mi inicio como espectador a la fiesta de los toros y gracias a ese buen aficionado como fue mi padre, unas de las primeras sensaciones grandes que tuve, fue la del respeto y admiración que me imponía ese torero llamado JOSE FUENTES.
Con el paso del tiempo, me voy madurando como aficionado, preocupado porque la fiesta de los toros sea lo más verdadera posible, quizás porque no, un poco romántico hacia todos estos toreros veteranos que por desgracia han dejado de torear.
Decir maestro Fuentes es, oler a toreo del bueno, una tauromaquia diferente debido a esa gran personalidad que como torero ha derramado por los ruedos. Comentan los grandes “entendidos”, que ha sido un torero frío, falto de ambición, pero no será que a este torero se le ha exigido demasiado en comparación con otros toreros con vitola de figuras del toreo sin la calidad que este torero imponía.
Para describir el toreo del Maestro, empezaríamos por resaltar su calidad artística, esa técnica depurada que imprevisiblemente sacaba a relucir ante el toro, donde retoñaba la armonía y la suavidad y floreaba la personalidad. Dentro de su tauromaquia destacar ese toreo lento y armónico que tenía en la muleta y sobre todo en la mano izquierda (muy verdadero), esa forma tan pura de interpretar la suerte suprema, que si en muchos casos no ha sido efectiva, si ha sido espejo fiel de cómo hay que matar un toro, sin olvidarnos de ese capote que manejaba con elegancia gracias a esas muñecas que atesoraba templanza.
El toreo del Maestro siempre se dijo que era amanoletado, razón no faltaba, pero desde mi punto de vista manifestaba en muchos momentos todas las escuelas del toreo, castellana, rondeña, sevillana y también incluso connotaciones del toreo agitanado.

Desde aquí mi homenaje hacia ese torero, por haber ilusionado los corazones de los aficionados, llenarlos de sentimientos y demostrarnos que el toreo bueno existe.